Llegó y se fue el día que cambiaba el mundo.
Fueron horas de todo pero en lo más profundo un nuevo sabor amargo, el sabor de la derrota "la tantas veces negada derrota".
Había dos flancos en la batalla, y me encaminé con la mente fuerte y todas las armas posibles pero no estaba preparada para el primer golpe. El reconocimiento absoluto de su piel y el deseo de rendirme, aceptarme débil y rogar como perro callejero por lo que alguna vez estuvo, la necesidad imperante de tragarme cada una de mis palabras de autocontrol y poder y simplemente rogar por compasión.
No lo hice pero el deseo no quiere soltarme, trae a colación todo lo bueno y deja casualmente silente cada cosa mala que derivó de nuestro pasado. Y sólo pienso en lo que aún podríamos ser pese al tiempo y al dolor.
Control de daños: Mitad del armamento perdido. Derrota absoluta en el primer flanco.
La segunda batalla casi no vale la pena narrarla, fue un desastre. Tenía un objetivo y lo cumplí en medio de la tierra, olvidados en un rincón semi oscuro, quien sabe si alguien nos vio caer o peor si alguien nos vio subir pero no importaba nada estábamos ahí después de muchos juegos no quería pensar más ni sentir más y el humo inundaba suficiente mis pulmones y cabeza para querer detener el ataque inminente. Terminé con heridas de batalla y en ese momento de debilidad busqué no sé reassurance pero nunca estuvo. Di vuelta la mirada y ya no quedaba nada de guerra ni de amor.
Y en medio de esa segunda derrota, me supe mala también, como si la carga anterior no se hiciera pesada con todo el caminar que quedaba.
Pasaron las horas y pude dormir y después no pude detenerme.
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