22 de octubre de 2013

Octo-visual


Cuando estás conmigo no soy capaz de distinguir lo que te muestro de lo que tú eres capaz de ver, como si no pudiera mentirte jamás. Siempre estás conmigo así y entonces te haces parte de mí, y la yo que está en tu cabeza se hace también parte mía y el tú que existe en mi cabeza dentro de tu cabeza también se hace mío y así nos vamos guardando eternamente, imperecederos e ideales. 

Mi boca toca tu mejilla, tu boca se deshace, se desarma bajo mis dedos que son silencio y me abrazas. Y ahí, en medio de tus brazos está tu olor. Tienes un olor indescriptible,  el olor de toda mi vida escondido entre tu piel, un olor que se hace casa. Abro la puerta y me siento a esperar que pase la tormenta y también entras tú y tomas mi mano en ese sillón que desconozco dentro de tu piel y quisiera no entender como entras en ti mismo pero lo entiendo y te abrazo con más amor que la yo que está afuera también abrazándote.  Pienso que tú debes estar sentado en la misma posición que estoy yo, en un sillón similar pero en la casa que se encuentra al medio de mi olor.

Tomo tu mano, tomas mi mano, tomo tu mano en mi mano, tomas mi mano en tu mano, tomo mi mano, tomas tu mano, tu mano me toma, mi mano te toca y hay un incendio entre tu mano y mi mano y la mano de mi yo imaginaria y tu tú imaginario y somos un laberinto de huellas digitales que se funden y dibujan nuevas formas. Tu mano original recorre mi palma adivinando destinos y trazando mandalas de color para luego borrarlo todo. Cuando mi mano vuelva a ser mía podré verla bajo una lupa y buscar cada vestigio de tu piel y en ese microuniverso que existe entre cada línea descubriré también tu destino escrito.

Somos animales, nos acariciamos como gatos o perros, tu nariz y mi nariz, tu mejilla y mi mejilla y nos vamos enredando. Ronroneas, dices ronroneo y te ríes, yo me pauso porque sentí el temblor naciendo en mi garganta, no digo nada mientras seguimos orbitándonos, apenas un roce y el aire tibio que pasa mientras respiramos. Me rodeas, me abrasas, me aplastas y me siento derretir cada segundo más. Nos miramos y decimos qué fácil sería perdernos en el bosque, decimos nacimos para estar juntos, decimos nacimos, decimos nací.

Como los cíclopes de Cortázar pienso y piensas capítulo siete. Mi cabeza choca con una piedra en el suelo y tu brazo llega a protegerme. Siento calor y te vas desnudando. Digo que te quier…yo también. Corte. Estás en mi cabeza. . Lo sabes todo y lo sé todo lo sabemos todo mejor no hablemos (recuerdos de conversaciones completas hechas de gestos) tontita, nos estabas olvidando sí, tienes razón, perdona todo bien. Abro los ojos y te veo fuera de mí, los árboles que enmarcan tu silueta y el sol que combate con tus pupilas. Cierro los ojos y te veo dentro de mí, el sillón indefinible y tu perfume secreto. Abro y cierro, parpadeas, parpadean tú y tu otro tú, parpadeamos todos y al final de la escala de existencias sigues estando. Eres irreductible, inevitable, inolvidable.

Siento tus pestañas contra las mías. Lucha de movimiento, los colores se pierden, las formas se pierden y olvido mis ojos, y olvido tus ojos y olvido los ojos de la yo en tu cabeza y olvido los ojos tuyos que se baten contra los ojos míos en tu cabeza. Olvido mis ojos, y olvido tus ojos y olvido los ojos del yo en tu cabeza y olvido los ojos tuyos que se baten contra los ojos míos en tu cabeza. Hay ojos. Hay ojos. Hay amor también. Hay. No hay límites.

 

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