Cuando estás conmigo no soy
capaz de distinguir lo que te muestro de lo que tú eres capaz de ver, como si
no pudiera mentirte jamás. Siempre estás conmigo así y entonces te haces parte
de mí, y la yo que está en tu cabeza se hace también parte mía y el tú que
existe en mi cabeza dentro de tu cabeza también se hace mío y así nos vamos
guardando eternamente, imperecederos e ideales.
Mi boca toca tu mejilla, tu
boca se deshace, se desarma bajo mis dedos que son silencio y me abrazas. Y
ahí, en medio de tus brazos está tu olor. Tienes un olor indescriptible, el olor de toda mi vida escondido entre tu
piel, un olor que se hace casa. Abro la puerta y me siento a esperar que pase
la tormenta y también entras tú y tomas mi mano en ese sillón que desconozco
dentro de tu piel y quisiera no entender como entras en ti mismo pero lo
entiendo y te abrazo con más amor que la yo que está afuera también
abrazándote. Pienso que tú debes estar
sentado en la misma posición que estoy yo, en un sillón similar pero en la casa
que se encuentra al medio de mi olor.
Tomo tu mano, tomas mi mano,
tomo tu mano en mi mano, tomas mi mano en
tu mano, tomo mi mano, tomas tu mano, tu mano me toma, mi mano te toca y
hay un incendio entre tu mano y mi mano y la mano de mi yo imaginaria y tu tú
imaginario y somos un laberinto de huellas digitales que se funden y dibujan
nuevas formas. Tu mano original recorre mi palma adivinando destinos y trazando
mandalas de color para luego borrarlo todo. Cuando mi mano vuelva a ser mía
podré verla bajo una lupa y buscar cada vestigio de tu piel y en ese
microuniverso que existe entre cada línea descubriré también tu destino
escrito.
Somos animales, nos
acariciamos como gatos o perros, tu nariz y mi nariz, tu mejilla y mi mejilla y
nos vamos enredando. Ronroneas, dices ronroneo
y te ríes, yo me pauso porque sentí el temblor naciendo en mi garganta, no digo
nada mientras seguimos orbitándonos, apenas un roce y el aire tibio que pasa
mientras respiramos. Me rodeas, me abrasas, me aplastas y me siento derretir
cada segundo más. Nos miramos y decimos qué fácil sería perdernos en el bosque,
decimos nacimos para estar juntos, decimos nacimos, decimos nací.
Como los cíclopes de
Cortázar pienso y piensas capítulo siete.
Mi cabeza choca con una piedra en el suelo y tu brazo llega a protegerme.
Siento calor y te vas desnudando. Digo que te quier…yo también. Corte. Estás en mi cabeza. Sí. Lo sabes todo y lo sé todo lo
sabemos todo mejor no hablemos (recuerdos
de conversaciones completas hechas de gestos) tontita, nos estabas olvidando
sí, tienes razón, perdona todo bien. Abro
los ojos y te veo fuera de mí, los árboles que enmarcan tu silueta y el sol que
combate con tus pupilas. Cierro los ojos y te veo dentro de mí, el sillón
indefinible y tu perfume secreto. Abro y cierro, parpadeas, parpadean tú y tu
otro tú, parpadeamos todos y al final de la escala de existencias sigues
estando. Eres irreductible, inevitable, inolvidable.
Siento tus pestañas contra
las mías. Lucha de movimiento, los colores se pierden, las formas se pierden y
olvido mis ojos, y olvido tus ojos y olvido los ojos de la yo en tu cabeza y
olvido los ojos tuyos que se baten contra los ojos míos en tu cabeza. Olvido mis ojos, y olvido tus ojos y olvido
los ojos del yo en tu cabeza y olvido los ojos tuyos que se baten contra los
ojos míos en tu cabeza. Hay ojos. Hay
ojos. Hay amor también. Hay. No
hay límites.
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