
Prométeme que en nuestra casa imaginaria nadie va a poder herirme, que no van a existir razones para tomar agua después de llorar, que no voy a tener que lavar mis manos ni esperar plazos.
Prométeme que siempre vas a estar ahí para abrazarme y escucharme y cuidar de mis heridas como si fueran las tuyas.
Prométeme que no te irás nunca, o que si te vas, volverás siempre a acompañarme a dormir y a velar por mi sanidad mental o lo que queda de ella.
Promete que vas a seguir siendo mi guardián y mi compañero y prometo en respuesta, seguir esperando y seguir contigo incluso cuando la noche esté estrellada y me abracen las ganas de tomar el camino.
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