11 de diciembre de 2010

SiTi



Me encierro hasta que el mundo deje de dar vueltas y de ser incierto. No sé explicar qué ha cambiado, mi cuerpo sigue viéndose entero y obediente a los impulsos que envío. Acerco mis manos hasta que se transforman en una mancha, difusas y ajenas. Trato de observarlas, notar una nueva vida, notar divisiones pero no logro nada, siguen siendo una masa suave, llena de particularidades pero entera.

Guardo el deseo irrefrenable de quedarme con lo observable, con la materialidad que informan mis ojos y mi tacto. Pero es una alternativa ilusoria y me hundo más en el sofá. El sofá de cuero se dobla, se estira y se adapta a mi cuerpo, parece que puedo esconderme por entero en su interior pero me aterra la posibilidad de hundirme hasta la fusión.

Me levanto, el piso frío bajo mis pies parece seguro, mejor así.

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