11 de diciembre de 2010

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Sus manos se deshacen en las cuerdas, se queman y expanden. Colisión inminente de sus huellas que como árboles, como raíces trepan por el aire, trepan por los alambres y lo cubren todo.

Su voz se desarma, su garganta se desangra entre agudos y cae a borbotones hasta el suelo y hasta mi. Ardiendo camina por mis mejillas hasta llegar al fin del mundo.

Quisiera ser capaz de retratar el sonido del choque, el golpe contra la madera, el galope de las palabras y lo atropellado de sus dedos.
Poder mostrar la caricia de sus pestañas cuando sonríe, cuando sabe que tiene algo que me interesa y la caída vertiginosa de su pelo mientras canta.
Si pudiera llevar al mundo a ese instante todo sería simple, todo tendría sentido.

d-b




Quizás sea mejor ir así creando lazos, cruzando barreras proxémicas hasta enraizarse en el corazón del otro.

Aún no tengo recuerdos del roce de tus dedos y no lo deseo, no logro ni imaginar tus labios en éxtasis, ni tu frente que duda antes de tocar y tomar lo que desde hace tanto es tuyo.

oo

Al final del día no podemos cambiar lo que somos y menos lo que deriva de ese ser. Aunque trate y espere y mienta, las cosas no van a cambiar ni para bien ni para mal. Como si creyese en ellos. Tú no eres lo que quiero ni yo lo que tú y aunque cante tus canciones y ría con tus risas no somos complemento, no somos amantes ni amigos, no somos nada, dos átomos unidos a la fuerza.

Eso, no vale.

SiTi



Me encierro hasta que el mundo deje de dar vueltas y de ser incierto. No sé explicar qué ha cambiado, mi cuerpo sigue viéndose entero y obediente a los impulsos que envío. Acerco mis manos hasta que se transforman en una mancha, difusas y ajenas. Trato de observarlas, notar una nueva vida, notar divisiones pero no logro nada, siguen siendo una masa suave, llena de particularidades pero entera.

Guardo el deseo irrefrenable de quedarme con lo observable, con la materialidad que informan mis ojos y mi tacto. Pero es una alternativa ilusoria y me hundo más en el sofá. El sofá de cuero se dobla, se estira y se adapta a mi cuerpo, parece que puedo esconderme por entero en su interior pero me aterra la posibilidad de hundirme hasta la fusión.

Me levanto, el piso frío bajo mis pies parece seguro, mejor así.

Deltiempo


Si así fuera y tuviera todo el tiempo, infinito y más, me perdería en las curvas de los caminos. Me escondería de las verdades y de las obligaciones siguiendo al deseo hasta sus límites con la perversión.
Estoy atada a lo material, aún unida al mar y su comodidad, a los besos de marineros que se fueron y a un pasado moral que me condena. Me contiene.

No quiero aprender a ser formal y cortés, quiero aprender libre, sin esperas ni atrasos, viajar libre como perro vago y supersónico, estirar el tiempo para que todo calce, que el amor se expanda y corra y vuele por lo eterno.

Los años que quedan de deber pueden pasar rápido con intervalos de locura y luego a amasar las horas y los meses. Nada serio, nada de muerte, pura, colisión de partículas y vida corriendo por los caminos, regada sobre el pavimento que arde.

Tantas palabras por decir, caricias al aire cuya respuesta aún desconozco. Estoy juntando las agallas, esperando el momento en que todo se una al cosmos y me abofetee en la cara con mi futuro, mi destino y su contradicción con mis elecciones.

Siento el cambio venir, el giro de mi piel, el calor en mis dedos. Poco a poco voy soltando tus besos de mis manos, ahora y ayer estoy más libre. Ahora como ayer y mañana y mil años más, estoy donde tengo que estar. Las letras en mi destino llegaron cuando debido y mis ojos se abrieron a tus nuevas ideas.

Los temas grandes con palabras que resuenan en la garganta y brotan con la delicadeza de una piedra de río. Pero lo opuesto, la inmadurez y dulce rebeldía, la irresponsabilidad y las aventuras nocturnas son terribles, caóticas, nunca aptas para ti.

Aveces dudo que las ataduras sean de otros, muchas veces es mi propia cabeza la que reniega de la noche y abre las cortinas y apaga los cigarros.

aveces, aveces tengo miedo.

3 de diciembre de 2010

pedir demasiado o el porqué de la r.

Desde el primer día en que nos conocimos supe que él había sentido algo, esa potencialidad de creación o simplemente la posibilidad de saltar a mi cama como paso lógico después de una noche de buen carrete y música.

y así, en la mitad de la noche hice el primer movimiento, una caricia breve y precisa a su pelo y él lo entendió todo y tomó mi mano y me dijo lo que esperaba en ese silencio abismante de lo oscuro.


Le di un beso, ese primer beso que rompe o cierra todas las puertas a su paso. Su boca se abrió hermosa y se vino conmigo. Guardé sus besos en mi colchón desde ese momento en adelante.

Se metió a mi cama y entre mis brazos en medio de la noche, como ladrón y le seguí regalando cada uno de los besos potenciales, cada una de las caricias que tuve guardadas esperando que él llegara y si llegaba.

Perdí todo lo que pude para no volver a encontrarme, me hundí en el mar de su piel como nunca antes.

Cedí todo lo que tenía para ofrecer, sin límites, sin barreras y sin pudor. Me entregué al espiral de ardores, y en medio de la noche, con el ruido de las calles incesante y molesto, lo miré a los ojos y lo amé. Amé lo que me daba y amé lo que le dí, amé cada centímetro de su piel y de mis dedos en su espalda. Amé las sábanas y amé a los millones de ojos que no observaban ni vivían ese momento hermoso.

y él pudiese estar incluso más profundo, en el centro del infierno, y yo en su interior y él en el mío en una cadena infinita.

Lo besé porque todo llegaba a su fin y abrí cada camino que él estuviera dispuesto a recorrer. Dejé que esa noche fuera suya y él me la entregó de vuelta llena de sensaciones nuevas. Sus besos, sus manos y esa fuerza ciega que golpeaba contra mis costas. Dulce venganza de las marcas para otros ojos, porque podía y porque era necesario. Ya habíamos gastado tantas palabras pero las acciones eran más abandono, más entrega y ofrecí todo lo que pude recordar ofrecer. Si quedó algo en el tintero me arrepiento desde ya.

Dormir a su lado, en sus besos y sin ganas de defenderme me dejaron con nostalgia. Un último polvo y tuvo que irse. No dolió la despedida, sólo los músculos aún encabritados. Luego, a dormir.