3 de julio de 2010

Locura: Paso I

La violencia la tomó por la cintura y de sorpresa. La amargó a mordidas y rasguños, a gemidos ahogados y a ecos.
Tenía que olvidar, era el momento de soltar amarras y romper con lo aceptable. Perderse en lo oscuro, tomar lágrimas y no llorarlas más. Llevar la vida de pordiosero y vendedor de inciensos que le correspondía.
Recordar está sobre-estimado, mejor olvidar y vivir cada día nuevo. Cuando duele, olvidar. Cuando bese, olvidar y así.
Los límites vitales se difuminaban, así se disfruta más pensó en el balcón del nuevo comienzo. ¿Cuántas veces se puede cambiar? ¿Cuántas esconderse en las sombras? La diferencia entre cambiar y esconderse hoy no tenía sentido como si fuera casualidad que coexistieran sus estados.
En realidad estaba triste pero no lo pasaba mal. Sólo dolía cuando no alcanzaba a olvidar. Cuando recordaba días que prefería no.
¡Que se me acabe el amor! Que se acaben las esperas y los te quiero que la hacían sentir más tonta y derrotada.

La asesina de amores no podía matar a la pena que la tenía perdida. Horas sentada frente al humo, cuidando que este no escapara de sus huesos ni de su piel.
Sólo el amor redime al hombre dicen, pero la pena no es capaz de escapar a los oscuros procesos. La pena que copa todos los espacios y todas las vivencias no es capaz de morir por amores ajenos.
Y entonces, de la misma manera que ella no pudo curarlo en su minuto, él no puede salvarla del infinito.

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