
No me tocas, no me toques. Mejor así. Saber desde el principio que no existes, que mis sentidos me engañaron y lo lógico es creer que no estás. Parece que mi racionalidad juega juegos conmigo, con mis acciones y mis manos.
Qué tanto puedes intentarlo, qué tanto puedo manejar las situaciones para que todo parezca perfecto. A final de cuentas creo que nada, seguimos mirándonos las narices sin avanzar y sin vernos. Construyendo estatuas de arena capaces de enamorarnos, con sabor a mar salado en la boca.
No me malentiendas, eres grande pequeño pero no hay un puente que logre atravesar este espacio. Una pared casi invisible, casi llena de aire, casi podemos tocarnos y luego...no.
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