
Me acerqué a ti con una rosa de muchos colores acumulados en la espera del momento perfecto. Te hablé de viajes y sedas, de armónicas y de juegos, de sueños y cuando toqué tu hombro y me dijiste que ya no eras a quien yo esperaba pero que me querías no pude evitar la decepción, tú me seducías con tu canto de sirena y ahora eras un cuerpo mudo...
Primero sonreí porque el fin de tu reinado había llegado pero después, tus ojos de pestañas curvas y tus dientes perlados empezaron a brillar como antes, tu pelo azulado tocó mi mano o quizás fue mi mano la que corrió a su encuentro. Pero vaya encuentro, me envió de vuelta en un torbellino de aguas y cuando desperté de la impresión estabas a mi lado, desnuda. Perfecta desnudez la tuya, mujer.
Pero ¿sabes? aunque me demostraste que tus encantos siguen intactos y que tu belleza es suficiente para someterme...la humedad ha empezado a oxidar nuestra ilusión.
Hasta nuevo encuentro pedazo de vida mía.
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