28 de noviembre de 2011

Latrú

Finalmente el barco se marcha, así hacen los barcos y yo debería saber ya la lección. Años de esperas, muchas y distintas. Debí haber puesto reglas desde el principio, yo que tengo clara su utilidad, que sé que marcan pautas y definen el terreno del juego pero no fui capaz, no entendía nada y preferí la incertidumbre a la triste certeza. Hoy triste certeza, en su momento posibilidad de infinito.

Ahora vuelvo a estar sola con las ganas de llorar. El eterno retorno a las montañas que entienden de esperas y de fría externalidad.

Guardo la esperanza del regreso, la esperanza de no perder el sabor dulce en la boca pero la historia/mi historia siempre es crear barreras y quizás esta vez logre hacerme prisionera de mi propio miedo.

Estoy cubierta de miedos, lamentable presente para mi cálida naturaleza pero ya vemos que la historia altera el instinto y la razón se adueña de mis actos.
¿Qué va a ser de mí al terminar todo? ¿Estará escrita la salvación a la vuelta de una esquina aún por llegar o estaré destinada al encierro? ¿Terminaré por convertirme en superficialidad?

Perder toda profundidad, todo intento de amor, toda fe.

Volver y volver al olvido. Volver a la no-creación. La negación del ser. La mentira, pero la mentira buena que me salva de los demás y del dolor.

Finalmente el barco se marcha...

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