
Saber que en todo lo que hago hay algo tuyo, en cada grito en cada vaso sentada en la barra en cada letra que escribo. Estás tú y existes como sólo tú sabes hacerlo, de esa forma incorporal y omnipresente que te es esencial.
Una vez hace ya varios años leímos juntos sobre un hombre que creaba a una diosa y así naces tú, de mi imaginación. Eres un cuerpo desnudo que va moldéandose a mi antojo sin jamás dejar de ser tu mismo, porque cada marca de tu cuerpo es perfecta, cada marca de tus manos es como las sueño y sí que las sueño, incesantemente, sin siquiera saber que las estoy recordando en los árboles, en las luces y en los ascensores.
El punto es que existes, existen tus mentiras innecesarias, existen tus canciones, existen tus partículas de aire y de agua y de tierra y de fuego y de piedra y de ciudad y de humo. Humo humo humo, y tú. Tú envuelto en llamas, tú en las estanterías, tú en las plazas vacías, tú en los vasos del bar y en las cajetillas de cigarros. Me sigues en la persecución más sagrada e infinita antes inventada, sígueme así hasta el fin de mis alas, hasta que diga basta mil veces, sígueme hasta que caiga de rodillas, hasta que se me acabe el aliento de escapar.
Y cuando me vea finalmente encerrada aceptaré la locura de ese momento, viviremos como dos locos por el largo de una noche, concentraremos todas nuestras ganas por tanto tiempo contenidas en esas horas, ese grupo de horas y nos daremos los gustos omitidos, diremos los secretos y callaremos el silencio más sincero. Dime que seremos felices aunque sólo sea esa noche, ese instante de dejarnos llevar.
Pídeme la llave del diario junto a mi almohada, di que quieres cada uno de mis besos, cada burbuja de mi mundo bajo el agua y estarán ahí, envueltos en los velos que por años nos cegaron, ahí a tus pies de dios consagrado como la ofrenda más humilde y entregada.
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