5 de julio de 2012

rubik


El contrabajo no es tu amigo, es tu oponente. Te acercas sutilmente y sin darse cuenta está entre tus brazos. No es una gran prisión pero ganaste el derecho a la batalla. Tus dedos arden, se queman con la fricción y el golpe. Quisieras soltarlo ¡instrumento endiablado! lo ciñes más a tu cuerpo, suspiras en su cuello con tu aliento cansado y cuando crees que por fin se abrirá como un hermano sus cuerdas se hacen más metálicas y rasgan tu piel como tú rasgas la noche. Tal vez lo mereces por intentar domarlo: con tus manos delgadas, con tu aparente violencia, con tu pantalón sin personalidad.

Sí, mereces la batalla pero mereces perderla. Cada noche. En el mismo rincón oscuro de esta noche.

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