26 de enero de 2009

Stpr.-


Cuando lo vi parado en una esquina de esa casa desconocida supe que no iba a dejar que se fuera sin antes calmar las ganas que empezaban a formarse en mi estómago.
Durante el día no volví a verlo, ni su piel morena ni sus ojos de fuego, pero cuando empezaba a oscurecer llegó a nuestra mesa decidido a conversar, su voz llena de malicia y sus ojos vibrando con cada roce de los míos. Sabía que me había elegido de la mismo forma que yo lo había elegido en esa esquina hace tantas horas.

Era tarde cuando llegó al balcón junto a mí, su boca muy cerca, infeliz distancia. Fumamos y el humo pareció calmar el retumbar del corazón en mis oídos. Entonces vinieron a buscarlo. La silueta en la oscuridad le dijo vamos a tu pieza a armarlo y los seguí...sigilosa y ansiosa. El hombre sombra le dijo: "Enrólalo". Ví sus dedos oscuros enredarse en el papelillo tembloroso y me di vuelta como indigna de una escena tan llena de matices. Escuché atenta su respiración y el particular sonido de su lengua luchando contra el papel. Cerré los ojos y pude imaginar como se sentirían sus besos y la anticipación casi me deja en el suelo. Se fueron y volví al balcón a refrescarme, tenía que controlar mi instinto o podía perder la compostura en la casa menos desconocida ahora.

Volvió y me senté a su lado, esperando el avance inevitable de sus tropas. Nos miramos conversando apenas un par de horas, sus ojos parecían cada vez más peligrosos y yo de cazadora me convertí en presa. Me acerqué atraída por un magneto invisible y en la oscuridad de esa noche negra toqué sus labios con los míos.

Un par de interrogantes llegaron a romper el silencio nocturno. Quizás no era la mejor situación, quizás no era soltero, quizás mis arrugas ya no eran tan invisibles. Pero nos quedamos sin respuesta y volvimos a la batalla que realmente nos interesaba. Sus labios, el roce de su nariz contra la mía, su respiración agitada. Estaba empezando a entrar en calor cuando escuché el latido acelerado de su corazón, toqué su piel con mis manos frías y entonces comprendí que sólo era un niño y yo no estaba actuando muy bien.

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