20 de agosto de 2008

@



Como una fiebre...me llenas la vida de voces sagradas, íntimas y mías sólo mías. Se me nubla la vista, los ojos se transforman en faros y mi cara enrojecida de vergüenza y deseo huye hasta calmarse. Así me quedo, sin rostro, sin ojos, sin pasos obvios. Me quitas todo dándome lo más grande, lo más perfecto.
Las hormigas invisibles me recorren, me queman y hielan sin que importe nada, sólo un beso, un beso tuyo... pero nada, ni tu apareces ni yo voy. En esta danza perfectamente quebrada que bailamos no hay lugar para encuentros.

20/08



Y se fue, dejó de lado sus coqueteos idiotas y sus intenciones a paso de hormiga. Tomó la maleta y partió con rumbo incierto, quizás así se sentiría segura...y libre. No como con él. Cruzó la alameda tan llena de gente, de tráfico y por un segundo pensó quedarse en ese limbo entre no irse y no permanecer, pero siguió avanzando y borró con una lágrima los recuerdos de ambos en ese lugar, borró las sonrisas secretas y los silencios felices.
El aire tibio la abrazó y le dio fuerza para continuar ese sendero ya trazado por tantas infelices como ella. Decidió caminar junto al Mapocho una, dos cuadras pero las dos cuadras se transformaron en horas de esperar. Miraba el río tan lleno de porquerías, de basura y sentía ganas de lanzarse y nadar entre botellas y papeles, entre los objetos hermanos, las cosas que fueron felices, que fueron útiles y luminosas pero que ya no lo eran más.