
Como una fiebre...me llenas la vida de voces sagradas, íntimas y mías sólo mías. Se me nubla la vista, los ojos se transforman en faros y mi cara enrojecida de vergüenza y deseo huye hasta calmarse. Así me quedo, sin rostro, sin ojos, sin pasos obvios. Me quitas todo dándome lo más grande, lo más perfecto.
Las hormigas invisibles me recorren, me queman y hielan sin que importe nada, sólo un beso, un beso tuyo... pero nada, ni tu apareces ni yo voy. En esta danza perfectamente quebrada que bailamos no hay lugar para encuentros.